Durante más de cuatro años, nos acostumbramos a ver a Pat Gelsinger al frente de Intel. Bajo su liderazgo, la empresa abrazó una estrategia ambiciosa que él mismo bautizó como IDM 2.0. Lo recordarás: prometía revolucionar la fabricación de chips mezclando producción propia con fundiciones externas. Sin embargo, hoy Gelsinger ya no está al frente y asegura que no fue por voluntad propia.
En su primera intervención pública tras la renuncia, durante una conferencia en Tokio organizada por Playground Global, Gelsinger fue claro: “no me permitieron terminar lo que comencé”. La frase no solo refleja su frustración, sino también deja entrever una tensión interna que hasta ahora se había mantenido en silencio. Según recogió el medio japonés PC Watch, Gelsinger apuntó que su salida fue decidida por “una tercera parte”, que no quiso identificar, pero todo apunta a que se refería al consejo de administración de Intel.
Nos enfrentamos así a un escenario de choque de visiones. Desde la implantación del plan IDM 2.0, Intel intentó recuperar terreno perdido frente a gigantes como TSMC. Gelsinger impulsó un modelo híbrido de fabricación para volver a poner a Intel en la vanguardia tecnológica. Paralelamente, introdujo el plan “5N4Y”, una hoja de ruta de nodos que debía colocarnos a todos en una era de innovación acelerada. Pero la ejecución fue deficiente. Muchos procesos no encontraron demanda externa, y la división de fundición se convirtió en un lastre para la compañía, generando pérdidas económicas y de reputación.
Mientras tú esperabas procesadores más eficientes, Intel luchaba con retrasos y promesas incumplidas. La joya de la corona —el nodo 18A— prometía ponernos al nivel del resto del sector en 2025. Pero esa victoria, si llega, no será atribuible a Gelsinger.
Con la llegada del nuevo CEO, Lip-Bu Tan, Intel cambia de rumbo. Ahora se prioriza la colaboración con terceros y se aplican recortes drásticos. Lo que antes era una cruzada por la autosuficiencia, hoy se convierte en una estrategia pragmática. Aunque la producción del nodo 18A sigue adelante, la herencia de Gelsinger se diluye en una transición que él mismo considera forzada.
Lo que queda es una reflexión amarga: ¿puede una visión estratégica sobrevivir a un cambio de liderazgo? Pat Gelsinger creyó que sí. Pero no tuvo la oportunidad de comprobarlo. Y ahora somos nosotros quienes debemos observar si su legado tecnológico, truncado por intereses superiores, logra materializarse en el futuro inmediato.
