


Nos encontramos ante un proyecto que podría cambiar el rumbo de la aviación y de la energía renovable. El avión WindRunner, aún sin despegar, ya se considera el más grande del mundo. No lo fabrica Boeing ni Airbus, sino Radia, una empresa emergente fundada por el ingeniero aeroespacial Mark Lundstrom. Su objetivo no es conquistar el cielo, sino transformar el suelo: facilitar el transporte de palas de turbinas eólicas gigantescas hacia parques terrestres remotos.
Tú sabes que las turbinas marinas pueden tener palas de más de 100 metros. En tierra, sin embargo, se limitan a unos 70 metros. ¿Por qué? Porque mover algo tan grande por carretera es casi imposible. Esto reduce la eficiencia de los parques eólicos terrestres. Lundstrom lo vio claro: si logramos transportar palas más largas, duplicamos o triplicamos la viabilidad económica de la energía eólica en tierra. Así nació su visión: GigaWind.
El WindRunner es la respuesta. Esta aeronave de ala fija tendrá 108 metros de largo y una envergadura de 80 metros. Su bodega de carga será seis veces mayor que la del legendario Antonov An-225, destruido en 2022. Podrá transportar tres palas de 80 metros, dos de 95 o una de 105. Y lo más sorprendente: aterrizará en pistas semipreparadas de solo 1.800 metros, construidas cerca de los parques eólicos.

No hablamos de un avión convencional. Su diseño prioriza el volumen sobre el peso. Aunque solo podrá levantar 74 toneladas, su capacidad para mover componentes de gran tamaño lo convierte en una herramienta única. Su autonomía será de unos 2.000 kilómetros, suficiente para operar en América, Europa y parte de Asia. No cruzará océanos, pero tampoco lo necesita.
Radia ha reunido a proveedores de renombre para construirlo. Leonardo (Italia) se encargará del fuselaje, Aernnova (España) de los pilones y motores, y AFuzion (EE.UU.) supervisará la seguridad. Aunque aún no han anunciado el proveedor de motores, aseguran que ya han elegido uno certificado.
Tú podrías preguntarte si una empresa sin experiencia puede lograrlo. Es una duda legítima. Radia no ha fabricado aviones antes. Pero han recaudado más de 150 millones de dólares y planean construir directamente aeronaves de prueba a tamaño real, sin pasar por la fase de prototipo tradicional. Usarán herramientas digitales para acelerar el proceso de certificación, que suele ser largo y costoso.
El avión WindRunner no solo apunta al sector energético. En mayo de 2025, el Departamento de Defensa de EE.UU. firmó un acuerdo con Radia para estudiar su uso como avión de carga militar. Aunque la empresa insiste en que su misión principal es impulsar la energía eólica, este respaldo podría abrir nuevas puertas.
Algunos expertos, como Chris Pocock, se muestran escépticos. Dicen que sin más inversión, el proyecto no despegará. Otros creen que los dirigibles híbridos podrían ser una alternativa más viable. Pero Radia ha apostado por el avión de ala fija, por su compatibilidad con componentes ya certificados y su capacidad para operar en pistas cortas.
Mientras Boeing estudia relanzar el C-17 Globemaster, el WindRunner se posiciona como una solución audaz y específica. No pretende competir con todos los aviones de carga, sino llenar un vacío logístico que limita el crecimiento de la energía eólica terrestre.
Si todo va según lo previsto, el primer vuelo del avión WindRunner será a finales de esta década. Tú podrías estar viendo el nacimiento de una nueva era en el transporte aéreo. Una era en la que el cielo se pone al servicio del viento, y la aviación se convierte en aliada de la sostenibilidad.